Bailarinas nº30 Colección Leonardo

Viciana Editorial
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9788881721290
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Bailarinas de colección Leonardo.

Una parte de las pinturas que aparecen en este álbum ha sido realizada al pastel, por lo que nos detendremos un poco en esta técnica y explicaremos sus características más importantes. Siendo de origen muy antiguo (en cierto modo podemos remontarnos hasta los hombre de las cavernas), el pastel se realizó durante mucho tiempo casi o exclusivamente con formas monocromas de color ocre y almagre, obtenidas mezclando agua con tierras molidas amarillas y  rojas, dándoles forma de bastoncillo y poniéndolas a secar. El verdadero nacimiento del pastel se produjo hacia finales de la Edad Media, cuando para terminar o retocar las pinturas al fresco se empezaron a preparar lápices pastel de otros colores y se descubrió que, añadiendo polvo blanco, se podrían obtener todos los matices deseados. Sin embargo, durante todo el Renacimiento los artistas utilizaron los lápices pastel casi exclusivamente para bosquejar y dibujar, y habrá que esperar hasta el siglo XVIII (especialmente en Francia) para asistir al florecimiento de la gran pintura al pastel que, evolucionando después del pastel duro al blando, desde entonces no ha perdido actualidad.

Una característica concreta de la pintura al pastel es su incomparable luminosidad y su amplio afecto “aterciopelado”, cualidad debida a la ausencia de cualquier tipo de aglutinante. El polvo de color se deposita con gran facilidad en la superficie a pintar, fijándose mecánicamente con una simple presión o un frotamiento suave. La superficie ideal es un papel ligeramente rugoso, pues mantiene el color mejor que el papel liso, y puede ser blanco o de color –en este último caso, el color de fondo ayuda mucho a conseguir la tonalidad de los demás colores y permite obtener rápidamente efectos particulares.

A diferencia de toras técnicas pictóricas, en el pastel no sirven ni la paleta ni los pinceles, siendo por esto el sistema más sencillo y directo de pintar. Pero atención: es muy difícil obtener mezclas de colores exactas, por lo que hay que disponer de un gran número de pasteles ya preparados con los diferentes matices. Quien no quiera recurrir a los dedos para lograr mezclas que de otro modo serían imposibles, puede utilizar difuminos de papel o tela, además de trapos limpios. De todos modos, téngase presente que hay que esfumar con moderación, es decir sólo dónde y cuándo sea estrictamente necesario. Para obtener buenos resultados más fácilmente conviene trabajar con dibujos de mayor tamaño que el de los modelos propuestos aquí, de modo que ciertos detalles resulten menos diminutos; de todos modos, hay que disponer de una serie de pasteles duros que se pueden afinar y, especialmente en los retratos y sujetos figurativos en general, ayudan a resolver mejor los detalles más pequeños. Al igual que en la pintura al óleo, en la preparación y realización del claroscuro se pasará también de los tonos oscuros a los claro, dejando para el final las zonas de mayor luz, obtenidas en toques bien calculados de pastel blando, que dan también espesor.

Se podrá decir que el pastel es una pintura totalmente hecha de empaste, pero de empaste seco; y aunque ello garantice la inalterabilidad química de los colores y una singularidad de efectos sorprendentes, no es menos cierto que constituye también su lado negativo. En realidad, la pintura al pastel es muy delicada, y basta poco para quitar las partículas de color y estropear todo el trabajo. Para conservarla intacta, se puede proteger (como se hacía en el pasado) con un cristal y un marco, procurando separar la pintura del cristal con un “passe-partout”. Pero la manera más fácil de resolver este inconveniente es utilizar un fijador. En las tiendas se venden diferentes tipos de fijadores en tubos espray cómodos y listos para el uso, y su aplicación resulta bastante fácil: se coloca la pintura en posición vertical y se rocía durante uno o dos segundos desde 30 o 40 cm. de distancia; se deja secar un minuto o poco mas y luego se repite la operación 5 o 6 veces. De este modo se está seguros de obtener un buen resultado, sin correr el riesgo de que la pintura pierda parte de su esplendor. Fijar los dibujos hechos con el lápiz a carboncillo normales todavía es más sencillo: basta rociarlo dos veces, la primera brevemente y la segunda con más intensidad.

Por último, hay que señalar que en el pastel existe la posibilidad de borrarlo todo y comenzar de nuevo. Esto se puede hacer en cualquier fase del trabajo, restregando la pintura con servilletas de papel o un paño suave, obviamente seco. Casi todos los colores desaparecerán y quedarán sólo algunas veladuras de color tenue, así como las líneas del dibujo inicial, con la ventaja de ofrecer una base de tonos muy útil para la realización del nuevo trabajo. De hecho, hay artistas que usan este método sistemáticamente, es decir que pintan rápidamente los colores y claroscuros, y después lo borran todo hasta obtener un conjunto esfumado, una auténtica atmosfera tonal sobre la que pueden trabajar mejor.

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MarcaViciana Editorial
Atributo_CintaNo Ribbon
MateriaAnatomía
IdiomaEspañol
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