Los animales de M. Méheut nº38 Colección Leonardo

Viciana Editorial
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Los animales de M. Méheut de la colección Leonardo

Monsieur Mathurin Méheut nació el 29 de mayo de 1882 en Kamballe, una pequeña ciudad de Bretaña.

Su padre era carpintero y con él empezó su aprendizaje, pero en seguida pasó a trabajar con Guernion, un pintor de Laballe. Esta experiencia sacó a relucir sus dotes artísticas y le permitió tomar conciencia de su vocación por la pintura. A los quince años se inscribió a la escuela de Bellas Artes de Rennes, de donde salió dos años después con el máximo de las notas;; luego se trasladó a París para asistir en un primer momento a la escuela de bellas Artes y a continuación a la escuela de Artes decorativas, donde acabó clasificado como mejor alumno de 1902.

A partir de 1905 inicio su colaboración con la revista “Art et decoration”, para la cual preparó un gran número de dibujos de animales y plantas (publicados más tarde en dos obras: Estudios de animales y Enciclopedia artística y documental de las plantas), demostrando una capacidad de trabajo inagotable y un gran entusiasmo.

Fue precisamente el amor por los animales y por la naturaleza en general, que en él se unía a un espíritu de observación excepcional, el que le llevó a permanecer dos años (1910-1912) en el Laboratorio marítimo del Instituto bilógico de Roscoff, fundado por el zoólogo Lacare-Duthiers. Allí, gracias a la exploración de las cosas, a las excursiones en barca, a las modernas instalaciones y sobre todo a la insustituible asistencia de Yves Delage (1854—1920), director del Instituto, pudo observar el ambiente marino y sus habitantes, mas con el escrúpulo del biólogo que con la atención del pintor. Además, su larga permanencia le permitió conocer este mundo en todas las estaciones y en todas las condiciones atmosféricas: con el mar en calma o movido, con el sol o con la lluvia.

Las numerosas acuarelas y dibujos de este periodo de estudio formaron un volumen titulado El mar y constituyeron la ocasión para una exposición en el Museo de las Artes decorativas de Paris, en el pabellón de Marsan. Inaugurada en noviembre de 1913, la exposición obtuvo un éxito indudable, a raíz del cual el Consejo superior de la Universidad de París le asigno la beca de estudios instituida por el mecenas A. Kahn, normalmente reservada a profesores universitarios, científicos y literatos para un viaje alrededor del mundo.

Para Méheut, que deseaba ilustrar El libro de la selva de Rudyard Kipling pero era demasiado concienzudo para hacerlo sin antes haber estudiado las fieras en libertad, en su ambiente natural, esta era una oportunidad estupenda. Desgraciadamente, tras las etapas de Nueva York, Honolulu, Nara, Kioto y Miyajima, tuvo que interrumpir su viaje por el Japón a causa de la guerra.

Regresó a Francia y le alistaron en infantería, en el frente de la región de Arras. En 1916 le trasladaron al Servicio topográfico del Estado Mayor de la Primera Armada, con el cargo de realizar mapas del territorio a partir de fotos aéreas.

Al finalizar el conflicto, enseñó en las escuelas de Boulle y Estienne, y fue nombrado pintor oficial de la Marina.

En 1922 expuso por segunda vez en el Museo de Artes decorativas de Paris, renovando el éxito precedente. En el intervalo entre las dos guerras mundiales, Méheut diversificó sus actividades probando técnicas nuevas.

Ya desde 1910 había empezado a colaborar con una  fábrica de mayólicas, la Henriot de Quimpe, donde en 1938 llegó a  desempeñar en realidad casi el cargo de director artístico. Se dedicó también a la cerámica: en 1925, participando en la Exposición Internacional de Artes decorativas e industriales de Paris junto con la Manufactura de Sèvres, consiguió  el Grand Prix de cerámica. Su colaboración laboral con este famoso taller duró unos diez años, durante los cuales Méheut se encargó de la producción de distintas piezas, realizadas según sus bocetos y creó personalmente piezas únicas.

Participó en la Exposición colonial de 1932 y en la Exposición Internacional de París de 1937.

Se dedicó también a la realización de cartones para tapices y, en calidad de decorador, a las grandes decoraciones murales: para unos quince paquebotes de importantes compañías marítimas, para el auditorio Heinz Building de Pittsburg (EE.UU.) en 1930, para el pabellón de Bretaña durante la Exposición Internacional de 1937 y para el Instituto de Geolgoia de Rennes de 1946.

En cuanto a la actividad editorial, además e publicar para el editor Lévy los Estudios de la selva (1927), ilustró una gran cantidad de libros, obras científicas y novelas, en gran parte relativas a Bretaña. Recordamos Mon Frère Yves (1928) y Pêcheurs d’Islande (1936) de Pierre Loti, Raboliot (1928) de Maurice Genovoix y Regarde (1929) de Colette.

Siendo ya pintor oficial de la Marina y pintor honorario del Arma, en 1956, tras la segunda guerra mundial, Méheut fue reconocido como miembro de la Academia de Marina.

Murió en París el 22 de febrero de 1958.

Poco tiempo después se creó la Asociación “los Amigos de Mathurin Méheut”, que concentró sus esfuerzos en funda un museo dedicado exclusivamente al pintor bretón.

En 1936, la Asociación consiguió comprar la “Maison au baurreau”, un estupendo edificio de Laballe que se remonta al siglo XV. Los trabajos de restauración se completaron en 1971 y, el 25 de junio de 1972, se inauguró el museo, cuya dirección corrió a cargo de una estrecha colaboradora de Méheut, Yvonne Jean-Haffen.

Como nos recuerda Yvonne Jean-Haffen, a M. Méheut le gustaban mucho los animales y no perdía ninguna ocasión de observarlos de carca. De pequeño, su familia le llevó a numerosas ferias que se celebraban en las cercanías de su pequeña ciudad, Lamballe: a la feria de San Denis (9 de octubre), de Montbran (14-15 de septiembre) o a la de Menez-Bré, done se reunía una tal cantidad de caballos, burros, potros o gallinería que sin duda causaron una fuerte impresión de estupor en el niño.

Cuando después se trasladó a París, Méheut tenía la costumbre de ir al Concours Agricole, una exposición de cuatro días que se celebraba cada año en las puertas de Versalles. Allí podía admirar los ejemplares más bonitos de animales de cría enviados a la capital desde todas las provincias de Francia; cada mañana, a pesar del frío y del olor de tantos animales juntos en un recito cerrado, se dedicaba al dibujo al natural.

La pasión de Méheut por el circo también se debía sobre todo al hecho de que aquí podría observar los caballos y los animales salvajes y, por supuesto, iba también a menudo al zoo, concretamente al de Vincennes, en busca de modelo para sus libros.

Por lo que recuerdan, era muy rápido en observar al sujeto, así como en bosquejar el dibujo. En él había el deseo de plasmar sobre el papel la impresión inmediata, tanto fugaz como profunda, que experimentaba observando el mundo real. No solo se trataba de observación con de percepción de la realidad, sino de un claro intento programático, como se puede leer en el prefacio de Estudios de animales escrito por Grasset. Méheut estuvo influenciado por la experiencia del “art noveau”, que se alejaba del arte clásico, considerado convencional, para buscar sus fuente de inspiración directamente en la naturaleza. Además, este movimiento artístico contraponía al realismo de tipo impresionista una linealidad y una elegancia decorativa inspiradas en la pintura japonesa, que tendía a la estilización.

Siempre Grasset, en el prefacio de Estudios de animales, nota que en el arte antiguo la representación de los animales, salvo raras excepciones, pasa en segundo lugar respecto a la representación del hombre, debido también a la dificultad de observar al natural toda una serie de animales. Solo el arte antiguo oriental se inspiro en el mundo de la naturaleza, estudiándola en sus mínimos detalles con finalidad decorativa. Pero aunque en los siglos sucesivos se recuperaron estos motivos ornamentales, se limitaron a imitar los modelos antiguos, sin recurrir al animal o planta que los había inspirado.

Es evidente que para observar los animales al natural se requiere mucha paciencia: hay que seguirlos de cerca, adaptarse a sus horarios y ser rápidos al realizar el boceto. Y esto fue lo que hizo Méheut con sus dibujos.

Hace algunos años tuvimos la oportunidad de conocer y admirar la obra de M. Méheut, quedando gratamente sorprendidos con la frescura y la vitalidad de sus dibujos que, por la modernidad y la vivacidad del trazo, no parecen haber sufrido en absoluto el paso de los años y la mutación del lenguaje expresivo. Así pues, nos pareció justo que la obra de un artista tan dotado no fuera patrimonio de pocos estimadores, sino que se convirtiera en fuente de inspiración y materia de estudio para los aficionados al dibujo y a la pintura, y sobre todo para los apasionados del mundo animal. De hecho, estos dibujos representan un modelo superior al ofrecido por la fotografía que presenta una imagen objetiva pero fría, pues plasman la impresión del conjunto dando la “idea” del animal representado.

Además, al observar estos dibujos puede notarse lo mucho que ayuda un buen conocimiento de anatomía, que permite al artista representar exactamente a sus sujetos, remarcando solo los elementos que dan forma y volumen al animal e ignorando las partes menos significativas, que no añaden nada la esencia del dibujo (Yvonne Jean-Haffen recuerda con cuánto estudio y habilidad Méheut reconstruyo la musculatura de los animales prehistóricos cuando realizó el gran fresco mural del Instituto de Geolgoia de Rennes).

Respetando las finalidades programáticas de la colección Leonardo, en este volumen queremos también cotejar el dibujo acabado con los recuadros que ilustran algunas fases de elaboración, con el objetivo de consentir el aprendizaje de una técnica cuyos resultados sean al menos similares a los obtenidos por Méheut.

Por motivos obvios y a diferencia de otras veces, en este caso no hemos podido contar con la colaboración del artista; un colaborador nuestro es quien nos propone un método de trabajo que nos permite realizar los dibujos lo más parecidos posibles, por frescura y vivacidad de trazo, a los de Méheut.

Con la clara conciencia de no poder revelar completamente los secretos de tan hábil artista, creemos de todos modos haber indicado un camino para que quieres quiera dedicarse al dibujo puedan adquirir su propia autonomía de trabajo, y puedan incluso experimentar las técnicas aprendidas con sujetos propios de su entorno cotidiano.

La totalidad de las láminas presentadas en este volumen se ha realizado sobre cartulina de grano mediano de color gis más o menos oscura según el tipo de dibujo.

Excepto una acuarela en blanco y negro pintada con tinta china (un técnica al a que hemos dedicado el volumen nº26 de l colección Leonardo) y algunos ejemplos con lápiz, para los demás dibujos se ha usado el carboncillo negro combinado con la tiza blanca; una técnica que ofrece al artista la posibilidad de jugar con el gris de la cartulina como tono mediano, sombreando con el carboncillo y dando luz con la tiza.

Respecto a los instrumentos de trabajo nuestro consejo es el de comprar una tienda especializa de Bellas Artes el carboncillo y la tiza de corte redondo, en forma de lápiz; concretamente, conviene disponer del carboncillo en sus tres diferentes durezas (el duro, el mediano y el blando), pues todas ellas pueden resultar útiles en las varias fases de elaboración.

El hecho de preferir el carboncillo y la tiza en forma de lápiz se debe a varios motivos: su posibilidad de manejo sin ensuciarse las manos y sobre todo sin dejar manchas en el dibujo; la comodidad de sacarles punta con un simple sacapuntas; su facilidad de uso, pues resulta mas familiar el lápiz que un bastoncillo de corte cuadrado o un bastoncillo de husera.

En el caso de que los trabajos propuestos, como sucede a menudo, requieran una superposición o entrelazamiento de trazos de carboncillo negro y tiza blanca, y para no comprometer el resultado final, sugerimos vaporizar encima una capa ligera de fijador, de manera que los trazos negros y los blancos no se fundan en un todo gris.

Por último, recordamos que en ciertos casos, cuando se repite alguna de las fases de trabajo ya explicada en los dibujos precedentes, nos hemos limitado a mostrar el dibujo de Méheut sin acompañarlo con los recuadros explicativos.

Convencidos de haber hecho algo que nuestro público agradecerá ofreciendo la posibilidad de conocer los dibujos de un artista interesante bajo tantos aspectos y digno de mención, le sugerimos a quienes tengan la oportunidad que visiten su museo en Lamballe, Bretaña, para admirar directamente sus obras. 

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